Como ya hemos explicado previamente, en Objetivo la lengua única pública en Cataluña de facto el español como lengua oficial y común a todo el territorio se le ha arrebatado casi todos los elementos que la convierten en tal mediante figuras como la lengua propia o la vehicularidad, que van despiezando y vaciando de lo que representaría en cualquier país normal dicho estatus, y es especialmente grave siendo la lengua mayoritaria. Esto ha sucedido con la connivencia del estado que permite que de manera iliberal (abuso de poder) los partidos nacionalistas priven de derechos a la mayoría de los catalanes, derechos que no deben de estar sujetos a coyunturas políticas y deben ser inalienables.
Pero hoy vamos a hablar de los elementos psicológicos y emocionales que basándose en este ejercicio de dominio y de poder por parte de la minoría catalanohablante, recordemos que es solo 3 de cada 10 catalanes como os explicábamos en Apartheid lingüístico en Cataluña, se han normalizado e invisibilizado y son una de las mayores fuerzas para el sometimiento y aculturación (aculturación por el abandono y marginación de la lengua y cultura de la mayoría de catalanes por parte del gobierno etnocrático de Cataluña, tema que en nuevas ocasiones trataremos en más profundidad) del castellanohablante en Cataluña.
En Cataluña se han instalado en el inconsciente colectivo una serie de prejuicios absolutamente disparatados sobre el uso en público del español. Los orígenes de esta situación están en el racismo cultural y la no aceptación de la diversidad social y el pleno reconocimiento de los catalanes hispanohablantes con todos sus derechos. Aunque también usan como excusa la minorización de hace casi medio siglo del catalán, esa marginación que se aplica a la inversa hacia los catalanes hispanohablantes desde hace décadas por el abuso de poder del régimen catalanista. La toma de poder hizo que quienes fueran víctimas se conviertan en verdugos, algo común en la historia, por ejemplo el actual estado de Israel, modelo que siempre se uso en Convergencia para la construcción nacional que pretende el sector identitario de Cataluña.
Así pues hoy día podemos ver como los políticos de izquierdas castellanohablantes cuando van al parlamento se expresan en catalán y no en español, lo mismo sucede en los actos públicos, de manera sistemática el español es borrado, no se trata de visibilizar el catalán, visibilización que debería consistir en que lo hablen sus hablantes y no todos excluyendo la otra lengua de los catalanes. La normalidad es que cada uno hable su lengua.
En Cataluña existen mecanismos históricos, materiales, simbólicos y psíquicos que han ido naturalizando prejuicios lingüísticos contra nuestra propia lengua, y que responden a los valores que han impuesto los nacionalistas catalanes desde el poder. Su repetición constante ha llevado a normalizar la exclusión pública y social de nuestra lengua y al dominio de un poder etnocrático basado en la identidad de la minoría que lo posee.
En Cataluña existen mecanismos históricos, materiales, simbólicos y psíquicos que han ido naturalizando prejuicios lingüísticos contra nuestra propia lengua, y que responden a los valores que han impuesto los nacionalistas catalanes desde el poder
La imposición lingüística catalanista se reproduce de manera inconsciente, nos afecta emocionalmente, por ejemplo un compañero castellanohablante critica a otro en una organización social porque no habla nunca en catalán, pero nunca se ha formulado esta cuestión sobre los catalanohablantes. O se acepta mansamente la desaparición de tu lengua en la comunicación pública como si la otra debiera de ocupar todo y ser única. La igualdad no es ser borrado del espacio público. No es aceptar una crítica cuando recibes un premio por no haber usado la lengua que consideran correcta y sentir que tienes que pedir disculpas.
En Cataluña hay un dominio que ya es psíquico y emocional, que plantea la duda de que incluso si se diera la oportunidad de recuperar nuestros derechos lingüísticos fuera a ser tomada esta liberación por los propios hispanohablantes algunos ya asimilados a otra lengua y que han aceptado una posición de inferioridad en largos años de discriminación, de crítica, de victimismo ajeno que se ha interiorizado.
Así pues parte de los catalanes hispanohablantes necesitan una desalienación, que seguramente solo será verdaderamente efectiva cuando haya cambiado la estructura de poder catalana. Cuando el gobierno y la sociedad no esté dirigida de manera etnocrática e identitaria. Dónde solo entra en la catalanidad una lengua y una cultura, con pleno reconocimiento en los espacios públicos. Para llegar a ello es preciso sacudirnos la opresión inconsciente, las cadenas que nos hemos autoimpuesto con justificaciones injustas y ajenas.
La estereotipación del castellanohablante, analfabeto, pobre, en TV3 se ha podido observar, o incluso como hace poco con el mago Lari, la estereotipación del malo para asustar a los niños porque habla castellano. Incluso la estereotipación como facha partiendo de la dictadura franquista asociándola a la lengua. Acompañado paralelamente con la expulsión del español en la cultura producida en Cataluña, en teatro, radios, actos públicos, charlas, educación, universidad, asociándose en nuestro entorno cotidiano en nuestros pueblos y ciudades que la cultura es un hecho de catalanohablantes. Se ha generado un relato inventado que lleva a la dominación.
Podemos ver incluso como ha calado el discurso aparentemente inocuo que se usó para la inmersión en sus inicios en Santa Coloma que el catalán supuestamente mejora el estatus, y que ha recuperado recientemente la organización reaccionaria Plataforma per la llengua. Y como socialmente se considera asociado a esto el uso del catalán, o como aún siendo mayoría social hay quien hace cosas como cambiarse los apellidos para perder todo elemento de identificación que no pueda borrarse con solo el cambio de idioma. Algo que los propios catalanohablantes no aceptan con los topónimos o con la castellanización de los nombres propios de las personas que hacía Franco... pero que hoy día es moneda corriente al revés. Así pues encontramos castellanohablantes que buscan el reconocimiento con la supuesta identidad catalana, que en realidad es minoritaria, y que mejor que rechazarse a si mismo, una patología que es violencia y negación del propio ser.
Luego está la dependencia de los que tienen el poder, en realidad la cuestión lingüística no es más que una relación de dominación como cualquier otra, igual de punible, donde te hacen sentir como un agresor por querer hablar tu lengua, incluso se usa retórica racista tienes que adaptarte, integrarte y si no márchate de aquí, o de invasión y colonización cultural la misma que usa VOX con los inmigrantes del sur. La sociedad en que te relacionas dónde la mayoría de puestos de poder los tienen los catalanohablantes, la escuela, y la universidad. A esto se suma al desprecio y degradación del resto de españoles de manera racista, o considerados más atrasados o bárbaros, menos cívicos y los catalanes más europeos, una construcción meramente basada en el relato, no en la realidad, por supuesto.
El catalán se convierte en aspiración siempre presente y debe dejar de serlo, esa necesidad de demostrar que lo hablas, y que encajas con el supuesto canon que te corresponde, o que es un ascenso poderlo hablar, cuando ninguna lengua o cultura debería representar estar más arriba o abajo en la consideración social. Sentir vergüenza por no hablarlo, o tener que soportar críticas por ser tu mismo.
Podemos ver como el ejemplo reciente de Jess González en el parlamento, les dice a los inmigrantes que ella está allí en el parlamento catalán, dónde están los blancos poderosos, y ella está hablando catalán, que la apropiación de ser parte de la sociedad pasa por no usar tu lengua, es decir vergüenza y desprecio de uno mismo, violencia contra tu propio ser. Es preciso reconocer tu derecho a que puedes estar allí con tu lengua y no "a pesar de tu lengua", aunque al mismo tiempo ejercitan la negación diciendo que "no es que no se te quiera por tu lengua", una negación de la opresión que pasa por ser oprimido.
Es el catalanohablante el que puede hablar catalán a todas horas en el espacio público y el castellanohablante el que se tiene que cambiar, en la escuela, las instituciones, la política.
Es el catalanohablante el que puede hablar catalán a todas horas en el espacio público y el castellanohablante el que se tiene que cambiar, en la escuela, las instituciones, la política. Es curioso que han sido precisamente los partidos políticos de derechas, pese a que las clases populares catalanes mayoritariamente son de izquierdas, más que los indepes, los que tienen el coraje de presentarse hablando en castellano en el parlamento, aquellos que no están menoscabados por otras estructuras de poder añadidas como puede ser la clase social.
El ascenso en Cataluña, académico, político, implica el abandono de la cultura familiar, del origen, reproduce la discriminación racista cultural, y aún así se es criticado constantemente como le pasa por ejemplo a figuras como Rufián cuando usa el castellano, que es usado de manera tokenista para simbolizar con ejemplos escasos que no hay marginación.
El problema no reside en nosotros, reside en el ambiente social que se ha creado, debemos tomar conciencia de nosotros mismos, reconocer la dialéctica de imposición que reproducimos nosotros también, los dominados que tenemos que renunciar a nuestros derechos. Tenemos que reconquistarnos a nosotros mismos y deshacernos de todos los prejuicios. Exigir un respeto igual que el que piden para si, ahí tenemos como el catalanismo reclama cuotas de Netflix y nosotros todavía sentimos verguenza y no nos atrevemos a responder que lo mismo pasa en Cataluña con el 100% de los medios locales en catalán. Aceptamos una dominación que ellos se niegan a aceptar.
El sacrificio del propio ser recompensado con más marginación y desprecio, es hora de recuperar la dignidad y reconocernos nuestros propios derechos y exigir al régimen catalanista que los respete.
Hemos renunciado a nuestra propia lengua desde que salimos del utero y vamos a la guardería con 0 horas en nuestra lengua, y solo 2 horas de 3 a 6 años, dónde se nos impone una lengua al mismo tiempo que la de nuestra madre o antes si se trata del aprendizaje y aún encima somos todavía más maltratados y marginados, expulsándonos del uso de los espacios públicos en nuestra lengua uno por uno. El sacrificio del propio ser recompensado con más marginación y desprecio, es hora de recuperar la dignidad y reconocernos nuestros propios derechos y exigir al régimen catalanista que los respete.
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Debemos tomar conciencia como hispanohablantes, reconocer la dialéctica de imposición lingüística que reproducimos nosotros también. Es hora de recuperar la dignidad y reconocernos nuestros propios derechos y exigir al régimen identitario que los respete.https://t.co/Etsak89n1V
— Izquierda por la lengua #vehicularidad (@IzquierdaLengua) November 2, 2021